martes, 14 de febrero de 2012

Un viaje de ocho horas que duró unas cien

"Llevo unas horas, más de tres, intentando dormir con la cabeza apoyada en la ventana de Castilla, al otro lado de la cual se encuentra un autobús repleto de asientos vacíos. Llevo unas horas, más de tres, ansiando dormir sin hacer caso al movimiento lateral, de lado a lado, de lado a lado, de lado a lado del cristal de mi ventana de Castilla. Llevo unas horas, más de tres, fracasando.

Ahora lo intento sobre la mesa de color cansado del autobús, de la mesita que de ser hombre llevaría un bigote canoso y serio, y que cuelga moviéndose de arriba a abajo, de arriba a abajo, de arriba a abajo, y que se me hace más llevadero que esta ventana de Castilla."

Escrito en rojo en un cuaderno de tapas rojas, en uno de esos periodos de dos minutos en los que la naturaleza te permite quitar la vista del páramo atacado por un Sol del Sinaí y centrarla en el rojo de un cuaderno.

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