martes, 28 de junio de 2011

En tus narices virtuales.

Cavilaciones compulsivas de alguien que se va a la playa.

La vida es como un castillo de arena. Empezando por un puñado, nos convertimos poco a poco en bloques, torre y almenas de nuestro propio universo. Grano a grano, pasamos de insignificantes a inmensos, siempre bajo la luz de un Sol que, para qué negarlo, nos adora. Pero tras esa gloria llega la decadencia, la caída del castillo por el odio homogéneo de las olas, la marea, o la patada de algún infeliz que, sin venir a cuento, nos elimina. Está por ver para qué nos ha creado este niño caprichoso que algunos llaman Dios.

3 comentarios:

  1. Aclaro que no estoy ni depresivo, ni triste, ni sentimelancólico ni nada de eso. De hecho, no hay ningún estado de ánimo que se me pueda aplicar que no sea "feliz". Esto sólo es una reflexión latente que ha brotado sin más y que he querido compartir con mis miles de lectores.

    ResponderEliminar
  2. Y soy yo la causante de que esto esté aquí publicado. Escrito en mis narices virtuales :)

    ResponderEliminar
  3. Ten cuidado con otorgarte méritos. Se empieza así y se acaba como Juan Ramón Jiménez. (¿La voz a mí debida? Vaya imbécil.)

    ResponderEliminar